A pesar de los avances de la tecnología, un grupo de crianceros continúa subiendo a las altas cumbres para conseguir un mejor pasto para sus animales. Incluso, como antaño, ‘Pepé Gálvez aún lo hace arreando  y utilizando tropa para llevar lo más indispensable.

Martín Díaz  Contreras  tiene 14 años y acompañó a su madre y tío alas veranadas en el sector de Casa Blanca en la temporada 2022-2023. Estudia en el colegio Salesiano San Ramón de La Serena y le gustaría estudiar electromecánica. “Me siento bien, es más libre, aire puro y estamos con los animales que me encantan”, enfatiza.

En el futuro dice no descartar seguir la tradición de sus  familiares, “puede ser,  me gusta esto, además que son años y años que han venido y es bonito que continúen con la tradición”, remarca.

Viene a la cordillera de los tres años. Su madre igualmente concurría cuando pequeña con sus padres (Pancho Contreras), “esto venía de los abuelos, pero sí me gustaría que mis hijos estudiaran, tengo cuatro hijos, una es profesora, otro tiene estudio de agronomía y administración de empresa. Cuando chica uno era feliz cuando llegaba la temporada de venirse, pero después cuando  se da cuenta como es el  trabajo, el sacrificio, ahí uno dice que no quiere para sus hijos lo mismo. Uno piensa que tienen que ser profesionales y trabajar en otras cosas que a ellos les guste y no lo que a uno les imponga”, profundiza.

Hace como 30 años que no venía a  la cordillera, “a mí me gusta, pero no para todo el tiempo, vengo un mes, 15 días y me voy”.

María  Arancibia se declara feliz desarrollando la vida ganadera, “tengo 50 años acompañando a su esposo y como que  no se ha notado el tiempo que  ha pasado, estamos trabajando lo más bien”.

Confiesa  que la fuerza para seguir adelante se la dan la familia que han logrado construir, “somos bien unidos, vienen los hijos los fines de semana y eso es bonito Al principio veníamos a caballo por los cerros,  nunca dije que no”. Sin embargo, actualmente llegan a la misma cordillera en sus propios vehículos. Incluso,  el avance de la tecnología les permite tener telefonía celular y estar conectado con el resto de su familia. “Es sacrificio porque uno tiene que esforzarse para lograr lo que tiene”.

Carlos Amante Pizarro (59) está ligado a la actividad criancera desde pequeño. “Cuando estaba con mis padres (Gerónimo Amante y Olga Pizarro), como que a uno lo atrae el ser campesino y me gusta. Incluso, me fui a trabajar a otro lado, estuve como diez años fuera del ganado y volví porque ese era mi rumbo. El ganado, criancero y andamos juntos con  mi suegro (Alfredo Areyuna)”, remarca.

Tiene  tres hijos, dos mujeres y un hombre. De hecho, una de ellas la acompaña a todos lados. “Vino a dar sus primeros pasos  en la cordillera y ahora  a ella igual le gusta el ganado”,  resalta con un dejo de un orgullo.

Sus sueños  son  continuar en la ruta del ganado.

La vida de Juana Amante (34) ha estado ligada a la crianza de ganado caprino. “Desde que nací he venido  a la cordillera y me gusta el campo y  sé todas las actividades que se desarrollan en este lugar”, aunque admite que aún está en un proceso de análisis si continuar esta actividad en el futuro, “antes  era más sacrificado y venían en tropa, ahora se viene en vehículo  y es más fácil la llegada  a la cordillera”, plantea.

De la misma forma  destaca  el avance de la tecnología, “la gente pasaba casi toda la temporada sin saber de sus familias y ahora en unos minutos está conectado con la familia, antes acá en la cordillera era diferente”.

Alfredo del Rosario Areyuna Toro (73)  toda su vida ha estado ligado a la cordillera. Se instaló con su ganado  en El Pozo Seco, cordillera de Casa Blanca donde pretende estar hasta los primeros días de marzo “para nosotros que somos crianceros, venir a la cordillera es bueno. En la costa uno tiene una temporada de verde cuando los años son buenos, pero aquí los pastos son superiores, entonces, el animal se va gordito, ‘atutanadito’, como le llamamos  y pasa todo el invierno”, ejemplifica. No oculta el proceso de cambios que ha vivido la actividad en las últimas décadas, “yo vine cuando mis hijos estaban chicos, pero era mejor que ahora, porque se trataba de una tradición y una fiesta.  Veníamos en los animales y se pasaba bien, también  se pasaba hambre, frío, calor, de todo, pero ahora uno se sube al camión, prende la radio y se viene escuchando música y en cuatro horas está acá (cordillera), entonces ni nota el sacrificio. Ahora, la vida está muy cómoda para todo y ha cambiado mucho”, precisa.

Subraya que  sus expectativas son continuar con esta tradición hasta que la salud se lo permita, “mientras  estemos vivo y con salud  hay que seguir para mantener la tradición, porque tanta necesidad no tenemos, pero esto a uno no se le olvida y es bueno para la salud ”, advierte.

De la misma forma dice estar sorprendido con el tema de la tecnología en la misma majada que le permite acceder a telefonía celular  y a mejores condiciones de luminosidad. “Antiguamente teníamos que traer en las cargas paquetes de vela para alumbrarnos, ahora no llegamos con una placa solar, está muy cómoda la vida”, sintetiza.

El acceder a las altas cumbres aún sigue siendo una importante alternativa para lograr un mejor pasto para los animales y enfrentar con mayor expectativa el invierno

CAUTELAR UNA HERENCIA ANCESTRAL

‘Pepe ‘ Gálvez es un enamorado  de la actividad caprina. La heredó de sus padres y está dispuesto a seguir con ella  y traspasársela a su familia.  Pero, no sólo eso.  También se ha propuesto generar un registro de esta  tradición ancestral para que sea conocida por las nuevas generaciones. Reconoce que las nuevas tecnologías y  formas de vida lentamente van sepultando la riqueza de antaño y los ritos que poseían sus padres y abuelos.

El acceder a la cordillera con el ganado arreando es una de ellas.  De  hecho, él está dentro de los pocos que aún realiza esta labor  como en los orígenes. A pulso.

A finales de marzo de 2023 comenzó el regreso desde la cordillera y y lo registró  tal cual lo hizo en  diciembre de 2022 cuando llegó hasta el sector  de Guanaquianita.  La tropa de mulas y caballos fue arreada por Orlando Gálvez Velazco y su sobrino Ricardo Santander  Gálvez (11). Salieron  de la majada El Morro de del sector Almirante Latorre y se demoraron  10 horas caminando al lugar de destino: La Majada Los Cuyanos en Guanaquianita, dejando atrás las majadas El Potrillo, Carrizal y Polvito.

El apoyo por camioneta lo coordinó su esposa Malvina Alarcón (42)  y su hija Lupita Gálvez Alarcón (9). Además, en un segundo vehículo de apoyo viajaban iba Cristián Suárez (42) y Hortencia Gálvez Velazco (45) y Denisses Chávez Galvez (22).

“La verdadera transhumancia  para mí es un patrimonio vivo y los pocos arrieros que quedamos (la mantendremos). La verdadera transhumancia es arrear los animales cuatro o cinco días a las tierras más altas”, le responde a su hija Lupita, quien le formula las preguntas mientras limpia un espacio donde beberán  agua sus animales.

Asegura que cada año espera la temporada de subir a las altas cumbres con su ganado. “Nací en esto y me criaron y espero que no se termine. Es una tradición muy bonita y nunca la dejaré mientras pueda, porque así como mis padres me criaron, yo criaré a mis hijos. Les daré estudios (…)  Este es un trabajo sano, limpio  y una actividad muy bonita de la cual se puede vivir”, recalca. 

No esconde su temor que los periodos de sequía afecten esta actividad, pero confiesa que resistirá estoicamente, “es probable, pero habiendo gente como uno y otros pocos que quedan   no debería terminarse porque si antes no había ayuda ni nada, hoy día tenemos un poco más de comodidad como vehículos, además hay caminos para la cordillera lo que es una gran ayuda”,  profundiza.

CONTINUANDO CON LA TRADICIÓN

Con 9 años Lupita Gálvez es todo un ejemplo de perseverancia y amor por el campo y la actividad caprina. De hecho ella misma en pleno cerro destaca que le gusta colaborar con su padre en esta tarea. Su  personalidad sorprende. “De la actividad  caprina me gusta arrear animales por tierra y andar en las cordilleras altas  y  ayudar  a mi papá con la tropa”,  le responde a su madre en un registro de video.

No esconde que le provocaría temor y frustración si su padre por los efectos de la dura sequía que aún afecta a la Región de Coquimbo, se  viera obligado a vender el ganado y tener que dedicarse a otra labor. “Me  daría pena y a la vez miedo, si la sequía termina con la actividad caprina, porque yo igual tengo mis cabras y animales  y me daría pena venderlos porque he estado toda una vida con ellos”, enfatiza.

Lupita Gálvez acompaña a su padre ‘Pepe’ Gálvez a la cordillera donde se empapa de la tradición

PROTAGONISTAS ARRIBA EN LA CORDILLERA 

Armando Amado Contreras Areyuna (66) se declara feliz cumpliendo la  tradición de las veranadas, arribó al sector cordillerano en el mes de diciembre de 2022, “nos levantamos, sacamos la leche y luego enviamos los ‘vichos’ (animales) al cerro y posteriormente hacer los quesos (…) este año la cordillera estuvo buena. Hace una diferencia el estar abajo y venir para acá (veranadas), la leche rinde un poco más, hago dos quesos”, enfatiza.

Alfonso  Contreras Contreras (70)  llegó a finales  de noviembre de 2022  a Las Trancas desde el sector El 22   confiesa que desde pequeño que es criancero y acompañaba a su padre Sacarías Contreras. “Todos los años nos gusta salir”, manifiesta.

Asegura que continuará en esta labor hasta que su salud le permita, “hasta que Dios destine de uno y ya no se la pueda y  estar al lado de sus animales, es el único  trabajo que ha desempeñado uno, de niño chico que ando con los animales”.

Desde el sector de El 22 se desplazó don Alfonso Contreras Contreras (70) para entregarle un mejor pasar a sus animales