La señora Lorenza Rivera ha vivido toda su vida en el campo donde no sólo ha desarrollado la ganadería caprina, también ha descubierto su pasión por la agroecología que la tiene entusiasmada al integrar un emprendimiento. Al interior del pueblo de Lambert es todo un personaje.
La vida de la señora Lorenza Rivera Maldonado (61) gira en torno al campo. De hecho, destaca que a ella no la mueven del sector de La quebrada de Fundición al interior de la localidad de Lambert. “Soy nacida y criada en el sector”, remarca con fuerza.
Su padre Héctor Rivera vivía en el territorio y trabajó en labores del ferrocarril en el sector de Punta Colorada donde conoció a su madre, Sara Maldonado y terminaron viviendo en la quebrada de La Fundición en la década del ’40. “Somos 10 hermanos y soy la menor de las siete mujeres y salí la más revolucionaria en cuanto a hacer cosas”, remarca. Admite que su faceta de dirigente viene de su padre, quien en los ’70 lideró diferentes manifestaciones en plena Unidad Popular.
Tiene 5 hijos. Si bien es visitada constantemente por ellos, pero por el momento ninguno ha continuado la tradición.
Confiesa que le se satisface ser dirigenta. Actualmente lidera un comité de crianceros y en la propia asociación de La Serena es directora. Pero, en paralelo formó la comunidad de vecinos quebrada de La Fundición que la llevaron a organizar una feria costumbrista.
Pero, igualmente integra Ayni SPA. Una organización dedicada a la agroecología que la mantiene ocupada y que le ha permitido descubrir un mundo que le seduce. “Nos formalizamos como empresa y ahora puedo decir que soy campesina y microempresaria (risas). Incluso nos llaman para dar charlas a otras mujeres y gente de campo para que se inserten en este mundo de la agroecología. Sería bonito que toda la gente aprendiera lo que es cuidar el medioambiente y alimentarse sano”, profundiza.
En los primeros mensajes que entregó una vez que se constituyeron es que lucharía para que su emprendimiento fuera conocido en todo el mundo. “Para que las personas aprendan a alimentarse y poder dejar cosas buenas en la vida”. Las redes sociales les han permitido cumplir ese desafío a través de Facebook y el instagram.
Reconoce que el emprendimiento agroecológico la tiene fascinada. Junto a otras cinco socias lograron legalizar y actualmente funciona en la localidad de Altovalsol. “Inicialmente en nuestro terreno formamos un huerto y con el apoyo de Indap me fueron asesorando y con el tiempo me fue gustando la agroecología y realizamos una huerta donde nosotros plantamos y el tratamiento de la tierra fue con los mismos productos que elaboramos con desechos orgánicos y aprendimos a realizar insumos”, explica con pasión.
VENTAJAS DEL CAMPO
Si algo tiene claro es que continuará siempre en el campo, “Es mi vida, a la ciudad no me traerán, mientras pueda moverme no dejaré de cuidar mis animales y andar en el cerro cuando hay que salir a buscarlos. Qué haría en la ciudad en una casa tan chica sin una planta”, insiste.
Lo que sí reciente es no haber continuado estudiando. Llegó hasta sexto básico en la escuela de Lambert. “Ahora me doy cuenta cuanto me hace falta los estudios, pero a tengo todo mis sueños en poder estudiar. Lo de antes era aprender a leer y escribir, nada más”, confiesa.
Actualmente vive con su esposo Patricio Cortés, “y estamos dedicado completamente a lo que es huerto. Por ejemplo, hay 100 olivos y el 2023 comenzaremos la producción de aceite de oliva. En total tenemos más de mil árboles y todo eso requiere de un cuidado y trabajamos haciendo compost y vendiendo”, precisa.
GENTE LUCHADORA
La señora Lorenza es presidenta del Comité de Crianceros San Lorenzo de Lambert que agrupa a 38 socios que poseen sus ganados en el entorno. Una de las metas alcanzadas fue levantar una pequeña sede. “Nos juntábamos en las casas y ahora estamos juntando dinero para implementarla con baños, cocinas porque nos hace falta”.
Destaca el espíritu emprendedor del criancero. “Son luchadores, hay socios que no tienen agua, pero la compran para dársela a los animales. Siempre me ha gustado el huerto y mis árboles. La fruta que cosechamos la vendemos y preparamos mermeladas (…) no dejo el campo, me emociona, además que he vivido siempre al aire libre y vivo tranquila y no pendiente de lo que ocurrirá”, enfatiza.