“Emocionado hasta las lágrimas porque que se reconozca en vida todo lo que uno ha realizado en la labor educativa y también social en Almirante Latorre es muy bueno”. Con estas palabras reaccionó el profesor, Roberto Rodríguez luego de recibir de manos del alcalde de La Serena, Roberto Jacob Jure y el concejal Luis Aguilera, la medalla Ciudad de La Serena como reconocimiento a su labor docente. Incluso, luego de recibir el estímulo desfiló con sus tres alumnos recibiendo el reconocimiento del público.
Su carrera como docente partió en una escuela de un pueblo fronterizo de Chile con Bolivia en 1979. “Después regresé a La Serena en 1995 y trabajé en Coquimbito, en la escuela Germán Riesco, Javiera Carrera y colegio Japón. Después me fui a la escuela de la Laja donde estuve 6 años y luego en Almirante Latorre donde llevo 17 años (…) He sido muy feliz y tenido grandes satisfacciones, donde mis alumnos que han egresado han logrado sacar carreras técnicas y otros han llegado a la universidad, ese es el objetivo principal, donde el sello de seguir estudiando es fundamental y los que desean quedarse en el pueblo que sean verdaderos líderes de su comunidad”, enfatiza con orgullo.
Durante décadas su sello ha estado en fortalecer la educación a través de los valores, “eso también es fundamental y en el microcentro de las escuelas rurales de La Serena queremos rescatar todo eso, además de la responsabilidad, donde los apoderados son muy comprometidos con la labor educativa en estos pueblos”, subraya.
Vive en el pueblo de Lunes a viernes en el mismo establecimiento educacional y los fines de semana se traslada al centro urbano para ver a su familia.
Confiesa que hacer clases en la ruralidad ha llenado su vida, “es una satisfacción grande, mi padre también es del campo y mi anhelo siempre fue educar a la gente que necesitaba y en Almirante Latorre tenemos muchos logros”, recalca.
Es por ello que su propuesta es fortalecer las escuelas rurales, “porque desgraciadamente están terminando porque no hay alumnos producto del cambio climático, la sequía y un montón de cosas”, lamenta.
De hecho, no ocultó su preocupación luego que el año pasado el colegio estuvo a punto de cerrar, “por un alumno no se cerró la escuela y ahora ya tengo tres y el próximo año tendremos cuatro, además que quiero seguir, aunque estoy próximo a jubilar”.
A través de las redes sociales se resaltó su labor. Uno de los reconocimientos llegó del Centro de Hijos y Amigos de Almirante Latorre. “Con 44 años de experiencia como docente, obtuvo en 2022 el reconocimiento a la excelencia académica, dejando huellas a través de su enseñanza como representante vivo y activo de la docencia. Y agradecer su labor y compromiso por aún mantener vivo nuestro colegio es un ‘torrino’ de corazón más”, resaltó.
PUEBLO CON FUTURO
Rodríguez dice estar consciente que trabaja en un pueblo con mucho potencial y está esperanzado en que se pueda reflotar el auge del ferrocarril. “Hay muchas ganas de sacar adelante el pueblo y con lo que se ha realizado la gente se ha entusiasmado. Por ejemplo, hay que luchar por un tren del recuerdo, además hay turísticos como el sector de Los Infieles donde hay petroglifos que se pueden ir a visitar (…) Será una localidad de descanso de su gente que se fue un día y está volviendo a su tierra”, remarca.
Igualmente coincide que el elemento que aún une a la localidad es la festividad religiosa. “Es lo que le permitió no morir. También es un deseo de la gente de volver y mantener un contacto directo con el territorio, eso le da un sentido de pertenencia que desarrollaron muy fuertemente desde que eran pequeños”, profundiza.
Centro cultural del pueblo
En octubre de 2015 concedió una entrevista para el libro Almirante Latorre, Protagonistas de 90 años donde confesó que siempre quiso hacer clases en este colegio donde asumió el 2007. “Me llamaba la atención la gente por lo cariñosa. El pueblo necesitaba que la escuela fuera más abierta, no tan aislada. Creía que en esta localidad se podían hacer muchas cosas”.
Llegó cuando había diez alumnos y en ese momento sólo existían tres. Es por ello que redactó un proyecto para lograr aumentar el número de escolares. Su estrategia era llevar educandos de la ciudad y alojarlos en casas de lugareños. Con la misma fuerza planteaba su convencimiento que junto con detener la migración campo-ciudad, se sacaría de la vulnerabilidad a menores que hoy tienen problemas en el sector urbano. “Niños atacados por los vicios”, planteaba. .
Recordaba que una de las apuestas cuando se construyó la escuela de lujo en el pueblo fue transformar a Almirante Latorre en un centro educacional para el resto de las localidades y que funcionara como internado. “Pero se fueron dando cuenta (autoridades) que no fue así, porque hubo periodos de sequía y no habían fuentes de trabajo. Los proyectos mineros no llegaron. Había una propuesta de los japoneses, pero no se concretó”.
Rodríguez ya en aquel tiempo no ocultaba su preocupación por el futuro del colegio y un eventual cierre como en las escuelas de la Laja, Condoriaco, Agua Grande y Santa Gracia. “Esa es una de las cosas que más me preocupan. Una escuela es el centro cultural de un pueblo, porque siempre he dicho que este recinto tiene que estar abierto a la comunidad. Sería una buena medida incentivar la llegada de niños para evitar que la escuela desaparezca y que no pase como en Agua Grande que cerró y terminó la tradición. No sacamos nada con tener casas bonitas, sino no hay escuela”, advertía.